H e m e r o t e c a
  2002 - JUNIO - DIARIO LA VERDAD
 



R E P O R T A J E S
 
 
 
ROCÍO JURADO y ORTEGA CANO






«Si los hombres pariesen, no habría guerras»


Diario: La verdad - 11 Junio 2002
Texto: M. Eugenia Merelo - Fotos: Fernando González



 

Rocío Jurado se ha volcado en estos meses en su ganadería, un hierro que ha empezado a llegar a las plazas de toros con muy buenos resultados. Excepcionalmente abre las puertas de Yerbabuena y en el salón, presidido por un impresionante cuadro de Botero, la cantante habla de la música, de su vida, de los toros y de su voz.

Rocío Jurado. (Chipiona, 1944). Artista en el candelero toda su vida, esposa de torero y, ahora, empresaria. La cantante ha permanecido siete meses alejada de los escenarios. Una afección en la garganta ha truncado durante este tiempo su voz. Yerbabuena, su finca sevillana, se ha convertido en su refugio.
 

 
– ¿De verdad tuvo que hacer una huelga de hambre para convencer a su familia y que la dejaran ser artista?

– Una huelga seria, de siete días, que me andaba cayendo.

 

–Tenía entonces muy claro que lo suyo era cantar.

– Todavía no tenía quince años, pero tenía mi fuerza de voluntad y mi idea clara de que yo podía cantar. Tenía también claro que como yo podía ayudar a mi familia era cantando, porque no tenía carrera, mi padre se había muerto... sabía que esa era la fórmula, ir a Madrid, porque allí estaban las oportunidades


 
– Su primer premio lo ganó en los concursos musicales de Radio Sevilla y RNE: 200 pesetas y una caja de gaseosa...

– ¡250, no le descuente!



– ¿Qué hizo con el dinero?

– Comprarles zapatos a mis hermanos y mis primeros zapatos con un poquito de tacón. Como no estaba acostumbrada, los partí por la calle Sierpes.



– ¿Y con la caja de gaseosa?


– No era una caja, era una botella. La mitad se salió, porque yo llegué corriendo por las escaleras, la puse en medio de la mesa con toda la alegría cuando estaba allí todo el mundo. Y aquello era una fuente cuando se abrió. ¡Como champán!



– 40 años de profesión, ¿cuántas canciones ha cantado?

– No se puede contar, he cantado toda mi vida, desde que tenía tres años. Con mi media lengua mi abuela me subía en el mostrador de la tienda y yo le cantaba a la gente que iba a comprar.



– A Rocío Jurado, en cante, ¿lo que le echen?

– Eso tampoco. Yo canto muchas cosas. Me gusta tanto cantar, que incluso canto cosas que son difíciles de acometer en estilos, porque yo me he criado con otros cantes; sin embargo, he luchado por aprender, estudiar y poder cantarlas. El sentimiento ya lo llevo. La música es mi sentimiento, el que llevo conmigo, como se lleva el toreo, el amor a literatura o a la pintura.



– ¿Y ha cantado todas la canciones que ha querido?

Siempre, incluso hay canciones que he amado tanto, tanto, que me las he guardo para mí. Las he grabado o las he estrenado y ya no las he vuelto a tocar, las he dejado ahí.



¿Con qué se dopa para subir a un escenario?

– Con la misma música. Empiezo a calentar motores en el camerino, empiezo con Enrique de Melchor a hacer voz y luego voy probando, para que el directo no me coja fría. Me voy embriagando con la misma música y con el mismo sentimiento de gustarle a la gente. Eso también es una forma de doparse, pensar en el público, esas personas que esperan mi cante, para ese día llenarse de mis canciones.


 
– ¿Nunca se le ha pasado por la cabeza dejar los escenarios?

– Nunca. Me hubiese retirado por amor, si me lo hubiera pedido José. Soy una mujer que me entrego mucho, pero sé que él nunca me lo pediría, porque sabe lo que significa para mí. Lo hubiese dejado todo en el mundo por mi hija Rocío. Y ahora por mis niños, por mis dos hijos nuevos.



¿Se crece en los momentos difíciles?


– Mi abuela tenía una máxima que decía: «El secreto del éxito es saber aguantar y remontar lo que te manda la vida». Siempre lo he tenido muy en cuenta, sobre todo cuando han venido tiempos más trabajosos. Es muy difícil a veces remontar.
 
 


 
Capacidad de asombro







Rocío Jurado, ¿es la más grande?


– No, eso es el título de un disco. Mucha gente me lo dice, pero eso son piropos que le hacen a todas y a todos. El director de mi casa de discos mexicana se empeñó en ponerle eso y no lo pude disuadir. Lo bueno de eso es no creérselo. Soy feliz pensando que todavía me queda mucho por aprender. Tengo la inquietud, que no quiero que se me vaya nunca. Tengo la capacidad de asombro, que todavía no se me ha ido y no quiero, ¡por Dios!, que se me vaya. Dejaría de ponérseme la piel de gallina cuando veo una buena faena u oigo una voz maravillosa o leo un buen libro o cuando veo un cuadro y se me saltan las lágrimas.

 

La querida es una de las películas que le lanzó a la fama, ¿por qué no ha tenido una relación matrimonial con el cine?

– El cine ha buscado siempre el nombre, el comercializar a la cantante andaluza. Tampoco he tenido una gran necesidad, mi vida siempre ha estado llena con la música.



– Se ha dicho que en el fútbol el tridente eran Kluivert, Saviola y Rivaldo. ¿Hay algún tridente mejor que Quintero, León y Quiroga?

– Sí, Ochaíta, Valerio y Solano, del mismo estilo. También Rafael de León y Juan Solano escribieron otra de las grandes páginas de la copla.


 


Banda sonora



– Serrat dice que la banda sonora de su infancia fue Concha Piquer, ¿cuál ha sido la banda sonora de su vida?

– Yo las admiro a todas, porque cada una tiene su estilo, porque antes, las mujeres tenían una personalidad diferente, porque hasta las que han tenido poquita voz eran unas mujeres guapas y con personalidad. Para mí el tridente era Juana, Concha y Lola. Un tridente muy importante en mi vida.



La palabra arte ¿debe escribirse con mayúsculas?

– El arte es un sentimiento.



– Y la bata de cola ¿es una bandera, una forma de ser o un adorno?

– Es una forma de sentirse más flamenca, cuando una se sienta en una silla y se arranca a cantar. Y decir, estoy vestida con un traje afín a este arte, y que gusta y que es muy bonito para la mujer. Con un traje de gitana una está el doble de guapa. Pero el sentimiento del cante lo tengo igual con un pantalón o con una falda más larga o más corta.



Mujer empresaria, mujer artista, madre, esposa. ¿Existe la igualdad real del hombre y la mujer en el mundo laboral?

– No. La igualdad es mentira. Es muy raro, la mujer trabaja, se ocupa de los hijos y de la casa. La igualdad va a tardar. Las mujeres lo hacen todo. ¿Has visto algún marido que le lave las braguitas y el sujetador a la mujer? ¿Y que le tenga su camisita limpia y planchadita para ir a trabajar? Eso no existe. Eso es así, como decía mi abuela, desde que el mundo es mundo.



– ¿Qué cuesta más sacar adelante, a un buen hijo o un buen toro?

– Las dos cosas son muy difíciles... ¡Ja, ja! Hombre, el hijo lo tiene uno más cercano, a diario contigo y le puedes dar los ejemplos necesarios para que vaya aprendiendo. No siempre se consigue. Pero el toro también es difícil, no tienes esas oportunidades que tienes con un hijo. Los dos necesitan mucho amor.



La voz, ¿es el mejor regalo que le ha dado la vida?

Es de las cosas por las que puedo sentirme agradecida a Dios. Pero la más importante es mi sentido del amor, mis sentimientos, la forma de yo sentir cuando quiero, la forma de yo tener raciocinio para discernir las cosas, para entregarme. Esa capacidad que Dios me ha dado es más importante que mi voz.



– Ese sentido del amor, ¿lo puede entender un hombre?

– No lo creo. Siempre he tenido muy claro que si los hombres pariesen no habría guerras.





El hierro del torero y de la artista




La ganadería de Yerbabuena se cría en tierras sevillanas y sus primeros ejemplares empiezan a lucirse en las plazas

Texto: Pacurrón - Sevilla



La finca Yerbabuena lleva camino de convertirse en un museo del torero y de la artista. José Ortega Cano y Rocío Jurado son unos grandes anfitriones que nos guían por el campo para mostrar todo lo que han hecho y explicar lo que tienen proyectado. Los amplios salones de la casa están llenos de fotos históricas, de recuerdos entrañables.


«Me relaja vivir en este ambiente, ver los toros, recorrer la finca con José... Es una maravilla», asegura Rocío Jurado. Cuenta que, cuando compraron la finca a Espartaco, se llamaba Matute. «A mí no me gustó el nombre. ¡Matute¡ Había que buscar otro más bonito y nos decidimos por Yerbabuena y nuestros toros se anuncian así, de Yerbabuena».


Rocío Jurado siempre ha sido aficionada a los toros. «Claro que de una forma bien distinta a la actual –explica–. Mi padre era muy aficionado y amigo de varios toreros, entre ellos Litri padre. Con él presencié mi primera corrida, con 15 años, en El Puerto de Santa María. El cartel lo componían Antonio Bienvenida, Antonio Ordóñez y Curro Romero, nuestro Curro. Estuvieron muy bien y aquello me causó una enorme impresión».
 

 

Admiración y respeto



Y ni que decir tiene que se inclinó por los de arte... «¿Quién puede dudarlo? Además hay que tener en cuenta que cuando yo me fui a Madrid para abrirme camino, me brindarón su amistad y su protección Pastora Imperio y su familia, entre los que se encontraba su yerno, Gitanillo de Triana, un gran torero. Yo admiro y respeto a todos los que se ponen delante del toro, pero resulta evidente que me llegan más los del arte, esos que dicen que tienen pellizco».


Cuando conoció a José Ortega Cano, la afición de la artista cambió. «No es lo mismo ser aficionada de simple asistencia a las plazas que entrar en el mundillo como mujer de un torero y, luego, como ganadera», asegura.


José Ortega Cano escucha a su mujer y no puede ocultar una sonrisa. Y empieza a hablar de su ganadería. «Hay quien dice, maestro, que es muy difícil que los toreros sean buenos ganaderos porque pueden decidirse a criar el toro noble, que no ofrece problemas, lo que degenera en mansedumbre...»


Pero añade. «Yo creo que eso no se ajusta a la realidad, al menos en mi caso, porque para evitarlo yo no participo en los tentaderos de nuestra ganadería. Vienen otros compañeros y me gusta que participen jóvenes aficionados, porque con un buen profesional puede uno equivocarse en la elección. En manos más inexpertas se aprecian más las virtudes y defectos de las becerras y yo procuro que los toros de Yerbabuena tengan transmisión».


El hierro de Yerbabuena tiene dos encastes bien diferenciados y Ortega Cano, asegura, procura mejorar las condiciones de uno y de otro. «Lo que le compré a Guardiola, puro Pedraja, va muy bien al caballo, pero luego embiste con la cara alta. Lo de Jandilla es distinto. En las novilladas que he lidiado han indultado varias reses de distinta procedencia que han embestido como a mí me gusta», detalla. «Hemos gastado mucho dinero en 'quemar' machos hasta que hemos encontrado uno que tanto a Rocío como a mi nos satisfizo plenamente: Gavioto. Ya se están lidiando sus hijos a plena satisfacción, lo que nos ha permitido dar el paso adelante y en doce toros hemos visto la calidad de su descendencia».


Ortega Cano y Rocío hablan de la participación que cada uno tiene en la dirección de la ganadería. «Las decisiones finales las toma siempre José, aunque suele hacer caso a muchas de mis observaciones», dice la artista de Chipiona.


«Rocío –dice el torero– tiene mucha sensibilidad y una enorme intuición. Se fija en cosas que a mí pueden pasarme desapercibidas y lo cierto es que siempre lleva razón».


«En una ocasión -cuenta Rocío- fui con José a elegir los toros de una corrida en la que iba a actuar en solitario y me fijé en el andar de los toros, en la forma de mirar, en la de bajar la cabeza... No me hicieron caso en uno y lo seguí hasta que lo lidiaron y fue extraordinario».

 





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